martes, 9 de diciembre de 2014

Universitaria primeriza.

Septiembre llegaba a su fin y con él daba comienzo un nuevo capítulo en mi vida y en la de muchos otros universitarios repartidos por todo el globo terráqueo. Secundaria y selectividad, que tantas horas de sueño nos habrían robado, no parecían tanto al pasar  esta página.

Durante los primeros días mi vida dio un giro de 180º y quedó patas arriba: nuevos compañeros y profesores cuyos nombres trataba de ir memorizando, edificios que poco tenían que envidiar al laberinto de Dédalo, colas interminables en la cafetería para pedir una mísera botella de agua y una larga lista de etcéteras.

Ahí estaba yo: un manojo de ilusión, ganas, vértigo y nervios. 


Muy pronto el vértigo y los nervios quedaron eclipsados por la ilusión y las ganas. Poco a poco fui aprendiéndome los nombres de todos aquellos con los que pasaba cada mañana en el aula y  descubrí trucos para que me atendieran antes en la cafetería. Eso sí, aún me sigo perdiendo por la Universidad.

Con el paso de los días fui haciéndome a este gran cambio. Clases, prácticas, descansos por la Universidad con mis compañeros... Todo muy idílico, ¿verdad?

Lo era. Pero pronto comenzó a surgir otro pequeño problema: la falta de tiempo.

♡Con el transcurso de los días mi agenda comenzó a llenarse de trabajos, exámenes y prácticas. El tiempo de ocio, que me sobraba en verano, comenzó a mermar considerablemente y los días se me hacían demasiado breves para todo lo que tenía que hacer durante sus veinticuatro horas.
¿No te parece curioso?  Cada vez tenemos más comodidades y aparatos destinados a facilitarnos la vida. Pero, a pesar de ello, algo estaba haciendo mal para vivir sin tiempo para nada. 

Una de las cosas que más me molestaba era estar perdiendo mi ratito de libro y manta junto al radiador. Tenía que hacer algo y sabía muy bien el qué: Organización.

Lo primero que hice fue priorizar. Discerní lo que era obligatorio de aquello de lo que podía prescindir, decidí atender lo importante y no dejar que se transformara en urgente. 
En lo respectivo a la universidad, cada asignatura exigía un tiempo determinado,  unas más y otras menos. No todas son iguales y, por tanto, no podía dedicarles el mismo tiempo a cada una. Comencé a  llevar las materias al día sin tener que renunciar a mis pequeños momentos. Lo importante es, como dije antes, establecer prioridades, saber cuánto tiempo por día se le debe dedicar a cada asignatura y no permitir que una absorba el tiempo de otra.  

En segundo lugar decidí que dedicaría a la gente de mi entorno y a mi persona un par de horas al día. Nunca debemos renunciar a la familia y a los amigos. Pienso que son prioridades y la principal fuente de nuestra felicidad.

Día a día voy administrando mejor ese tiempo que me sabía a poco, pero si en tu caso no pasa lo mismo no debes decir que no a toda orientación y ayuda que se te ofrezca si el estrés no desaparece. Respira profundo, organízate, sé constante y verás que no es tan complicado como puede llegar a parecer. 

La universidad es maravillosa si sabes como disfrutarla.

Yo ya sé cómo hacerlo, ¿y tú?

2 comentarios:

  1. Has calcado a la perfección el sentimiento de todos los recién llegados a la universidad y creo que la clave es la organización.
    Me encanta la perspectiva con la que escribes tus posts. ¡Sigue así! :)

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  2. Es genial como captas lo que sentimos los de primer curso, una pasada. Gracias

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